lunes, 29 de septiembre de 2014

Barcos de papel


"Hay que dejarse llevar" decía el barquito de papel que vio como un nene lo dejaba en el agua que queda estancada al costado del cordón después de que una señora limpia la vereda. Entre deseo y resignación ese barquito era arrastrado por el agua y mal que mal daba una vuelta a la manzana lo cual puede considerarse todo un viaje para una simple criatura de papel,
A veces es complicado ser un barco de papel, cuesta dejarse llevar
Por miedo, por precaución o por lo que sea (muchas veces por boludo) uno se contiene y pretende tener todo controlado, manejar todo y atenerse a ciertas normas establecidas. ¿Se trata de tener el control? ¿se trata de depender de uno mismo? Andá a saber...

Particularmente siempre pensé demasiado las cosas, al punto de no hacer algo pensando en que iba a llegar a afectar a algo que podría o no hacer más adelante. Pienso antes de hacer, antes de decir, antes de sentir, antes de todo. Así fue gran parte de mi vida...
Pero desde hace un tiempo decidí hacer un experimento, decidí no pensar, no sin antes plantearlo y discutirlo conmigo más o menos por dos semanas. Finalmente, por decisión mayoritaria o no (el 70% de mí quería seguir pensando, pero la minoría se rebeló y alteró los resultados previa amenaza de bomba) opté por no pensar y  dejarme llevar.
Al principio estaba desconcertado, un universo nuevo, reglas desconocidas, tiempos alterados. Miraba al mundo con un aire distinto.
De todas maneras, pese a no pensar de manera constante, seguía manteniendo un cierto control sobre lo que hacía. Seguía, si puede plantearse así, siendo un ser racional
Hasta que pasó, cosa de no creer...

Dicen por ahí que no pensar suele ir de la mano con un fenómeno bastante particular, un fenómeno más que extraño, uno que particularmente desconocía y/o esquivaba: no pensar suele llevar a sentir. Y sentir suele tener que ver con un dejarse llevar.

Y sucedió de manera curiosa.
De la noche a la mañana (o más precisamente de noche en noche) fui perdiéndome y encontrándome. Salí de mi zona de confort para, sorpresivamente, entrar en otra. Ahí me di cuanta de que lo que yo consideraba confort no era más que una silla dura y astillada, de esas que no tienen respaldo y en las que hay que sentarse cuando se llega tarde a un aula. Descubrí que hay mejores lugares a donde ir y en donde quedarse, pero sobre todo, descubrí que dejándose llevar uno llega a buen puerto.

Y elijo quedarme acá, en este sitio a donde llegué siendo un barquito. Elijo este lugar (el mejor lugar para estar) y este tiempo, este momento. Aunque ya no dependa de mí, aunque ya esté a merced...

No hay comentarios:

Publicar un comentario