lunes, 3 de marzo de 2014

Viaje inicial




"Poesía circular, pez espada.
 Puedo verla de perfil ondulándose en el mar"



Subí al cielo y toqué el sol mientras se deshacían nubes en mis brazos y mi boca tras un suave pero intenso mordisco.
Del firmamento celeste emergió el tigre que creó el universo e intentó asustarme con su mirada fija. No lo va a lograr. Yo manejo y creo este cielo, mi cielo, sol engendrado, luna ausente, espacio finito e interminable.
Lleno mis pulmones de un aire artificial que me resulta completamente puro y me da vida, mi vida, creación eterna y profunda que nos hace uno.
Siento que el astro me quema, percibo cada uno de sus rayos. Pero necesito sus caricias. Debo admitir que a veces lo extraño, lo necesito para mi existencia.
A lo lejos, se ve la eternidad vasta y puedo contenerla en mi mano.
Cielo, sol, nube, luna. Cielo eterno, sol vida, nube alimento, luna ausente.

Ya llegué a donde quería.

 Lo necesitaba, te necesitaba, te necesito, te encontré, no quiero perderte de nuevo, espero no olvidarte.

 Te quiero.

 Te amo.

 Aunque sepa que sos nada no me importa, yo de nada vivo.






sábado, 1 de marzo de 2014

Pueblo chico...


                                                   
A medida que pasan los años nuestra memoria nos va abandonando. Olvidamos nombres, lugares, comidas y todas esas cosas notablemente inútiles que tiene la vida. O quizá nuestra memoria comienza a ser más selectiva: pasamos de recordar todas y cada una de las figuritas que solíamos coleccionar a tratar de no olvidar que pastilla tenemos que tomar, cuando vencen los impuestos, que jabón en polvo es mas conveniente, etc.
Sin embargo existen situaciones que escapan a nuestro control y se vuelven inolvidables e incluso nos persiguen, algunas agradables como el primer amor, la primera mascota, y otras no tanto como la que pasaré a contar ahora.

Por ese entonces entrenaba seguido, cosa que con mi nueva vida citadina se fue tornando más difícil. Distancias más grandes, horarios ajustados, independencia económica,  todos factores que confluyeron para impedir mi crecimiento como deportista.
 Viví hasta los dieciocho años en una ciudad pequeña, casi pueblo, aunque bien equipada. Las plazas con sus arboles verdes que contrastaban con el marrón general del ambiente, negocios chicos con grandes carteles luminosos cuya intención era resaltar, cosa inútil ya que todos los conocían como “el negocio de fulano”, o “el que que está a la vuelta de lo de mengano”, cosas de pueblo. La catedral, una iglesia reconstruida tras un terremoto en el siglo pasado, era una de las (pocas) atracciones para los turistas. Un poco más alejado del centro de la ciudad se encontraba el polideportivo municipal. Se trataba de un predio enorme que con el paso de los años había crecido y paso de ser una cancha precaria en donde se practicaban casi en simultaneo varias disciplinas, a ser uno de los mejores en el país. Contaba en su momento de plenitud con tres canchas de fútbol, dos de rugby, una de césped sintética para el hockey, más de treinta canchas de tenis de diversas superficies, pista de atletismo y, como frutilla del postre, una pileta de medidas olímpicas climatizada.
Como sabrá aquel que vivió en una ciudad pequeña, cualquier novedad era comentada por todos y no se hablaba en este lugar de otra cosa que no fuera la nueva instalación. Y así, como niños que se empujan para conseguir el mejor lugar al momento de la piñata, familias enteras concurrían desde temprano al lugar para no quedarse afuera, ya que a pesar de ser grande tenía capacidad limitada y quedaba claro el interés de todo el pueblo por concurrir.
En esas largas y tortuosas filas bajo los rayos incesantes del sol se veían los más variados personajes: Doña Marta con sus cinco hijos, las respectivas novias y los respectivos hijos; Ana Laura y María Celeste las blondas capitanas del equipo de hockey del lugar; el equipo de fútbol cinco que había terminado de entrenar y sin previa ducha esperaban para entrar a la pileta y encarar a todo ser con biquini que rondara; etc.
Como dije, por ese entonces entrenaba y un día decidí, pese a mis nulas ganas de participar de esas filas interminables, inscribirme en la pileta e ir a nadar. Debo decir que fue una buena decisión ya que como es sabido, la natación es uno de los deportes más completos que se pueden practicar. Durante ese mes conocí gente y comencé a hacerme amigo de las personas que trabajaban allí. Recuerdo a Carolina la señora del bufé, Mariano el guardavidas y especialmente a Don Julián, el señor encargado de la limpieza. Digo especialmente porque era una tipo serio y reservado, hablaba poco, respondía con monosílabos. Se lo veía siempre con su uniforme de trabajo gris, uniforme que en algún momento supo ser blanco pulcro. Los años al parecer habían causado los mismos daños en su ropa y en él. Otra cuestión particular de Don Julián era que nunca se metía a la pileta como los demás empleados. Estos lo hacían al finalizar el día cuando ya las familias se habían ido y quedábamos solo los que entrenábamos. Cuando se le preguntaba respondía entre dientes: No nado.
En fin, un hombre solitario.
Las señoras solían decir que Don Julián era un hombre feliz y que tenía una familia, pero desde la muerte de su hija hacía ya un buen par de años se había abandonado. Se divorció y que ahora vivía solo en una casucha en un barrio periférico. Pero como se sabe en todo el mundo, desde que han existido las viejas, han existido a la par grandes historias. Estas historias tenían un condimento más, según algunos, Marianella la hija de Don Julián había muerto ahogada en una pileta. Giros necesarios para una buena tragedia. Cosas de pueblo…
En lo que a mí respecta, Julián era un viejo solitario y poco más que eso.
Hasta ese día…

Las personas despiertan todos los días pidiendo grandes emociones que los hagan olvidar por un momento lo monótonas que son sus vidas. Desde el basurero hasta el político, todos quieren ser tapa de diarios, revistas y resaltar aunque sea por un instante, del resto. Ese día esta ciudad recibió esa oportunidad, aunque les aseguro, ninguno lo pensó así.

Tarde de calor era sinónimo por esas latitudes de tardes en el agua, y a falta de grandes ríos, o lagos la solución era esa bendita pileta pública. Unos amigos me habían convencido de ir con ellos y no viendo una mejor alternativa decidí acompañarlos. Me sorprendió ver como aquel lugar casi vació en el cual yo entrenaba se había convertido en el equivalente más cercano a una plaza: gente en reposeras, niños jugando por todos lados, vendedores de comida, todo en un espacio grande pero cerrado.
Aunque hubo algo que me sorprendió todavía más. Subido a una de las tribunas ubicadas al lado de la pileta pude ver a Don Julián en ojotas, sin su uniforme de trabajo, con una nena. A primera vista parecían un abuelo con su nieta pero luego de mirar detenidamente me di con que se trataba de Marianita, una nena de unos seis años que vivía con su hermano de 8 en la calle. Sabido era que Don Julián más de una vez había ayudado a estos niños y especialmente a Marianita, a quien consideraba como una hija, quizá ahí estuvo el problema…
La imagen era inverosímil, el solitario Don Julián entró a la pileta y le estaba enseñando a nadar a la pequeña. Sonreí mirando la imagen y decidí bajar a nadar o a intentar ya que la gente seguía siendo mucha.
Habían pasado un par de horas ya. Me encontraba sentado al borde de la pileta con los amigos con los que había ido y otras personas más que fueron sumándose al grupo. A pesar de que era ya de noche las familias y los niños seguían allí, había sido un día de mucho calor y esto era consecuencia de ello.
Me había olvidado por completo del viejo y la nena. Los busqué entre los flotadores y pelotas y los encontré. Marianita ya nadaba por debajo del agua, siempre acompañada por Don Julián por supuesto. Tanta fue mi emoción al ver esa imagen que necesitaba compartirla con alguien más y me acerqué a un amigo:
-Miralo a Don Julián, hace rato que le está enseñando a nadar a Marianita
Lo que primero fue una sonrisa en su rostro se fue transformando casi sin escalas a una expresión de shock y me dijo…
-No le está enseñando a nadar, la está ahogando…
No se dio cuenta y dijo esto último en voz alta. Las personas abandonaron en ese momento todo lo que estaban haciendo y se abalanzaron sobre el hombre.
¡¿Don Julián que está haciendo por Dios?! Dijeron casi todos al tiempo.
La imagen era desconcertante.  El hombre mantenía el cuerpo de la niña bajo el agua y ante todas las miradas, con los ojos llenos de lágrimas repetía las mismas palabras…
-No la cuidaban. Nadie la cuidaba, yo le quería enseñar a nadar para que no le pase lo que le pasó a mi Marianella. Nadie la cuidaba…
No se trataba de una situación clásica de homicidio, no, era un hombre destruido por completo. La policía y las personas presentes no lo vieron así y Don Julián fue preso.
Ese día, la ciudad fue noticia en todos lados. Todos supieron de la existencia de esa enorme y lujosa pileta. Por una desgracia decían, por una desgracia…

La memoria se vuelve selectiva. Uno recuerda lo que no debería, o eso nos queremos hacer creer…


Al fin y al cabo son cosas de pueblo.