viernes, 11 de abril de 2014

Oxímoron.

Días como este te llaman a escribir. Noches como estas más precisamente.
En realidad no, teniendo en cuenta que es viernes y la noche está hermosa lo más recomendable sería salir y dar vueltas por algún lado. En esta ciudad sobran lugares y personas interesantes para conocer así que no sería una tarea complicada. Sin embargo yo estoy en casa esperando que hierva el agua para cocinar... cosas que pasan.
Lo bueno es que no estoy tan solo como puede llegar a parecer.

Lo veo y me ve, me conoce y lo conozco, ambos sabemos eso pero hacemos de cuenta que es nuestro primer encuentro. Da pasos cortos, lentos y suaves, no quiere que lo descubra, sabe que la invisibilidad es un arma muy valiosa y está dispuesto a usarla. Lo observo de reojo, me distraigo a propósito para entrar en su juego, sé que me lo va a agradecer. Se acerca más y más hasta que estamos ya casi cara a cara, siento su respiración y noto como su pelo se electriza. Entonces se decide, tras pensar y repensar elige atacar, se hace visible. Siente como siglos y siglos de historias salvajes recorren sus venas y llegan a sus dientes, sus garras, su cola, sus bigotes. Salta...y se da de lleno con la pantalla de la computadora.

Este gato nunca tuvo muchas luces, de hecho podría considerarse un anti-gato. Desde que llegó todo fue raro.
Uno dice gato y lo asocia automáticamente a un ser solitario, esquivo pero que mal que mal otorga cariño. Bueno, él no, Oxímoron (si, Oxímoron con acento en la i y no en la última o) nunca fue así, y en parte lo agradezco. Otra sería la historia si hubiese tocado un gato de esos gordos aburridos que te buscan para dormir y se te tiran encima. Este se escapa cuando lo querés acariciar y los únicos momentos en los cuales busca y acepta contacto humano es cuando tiene frío o sueño: lo primero por utilidad, lo segundo por pereza, en eso nos parecemos así que lo respeto.
Su nombre griego lo estigmatizó y lo instaló en una verdadera tragedia helénica ya que en un primer momento él era ella.
En lo que supongo fue un descuido ,o ganas de embocar a ese pequeño animal en algún lado, la primer dueña aseguró con una fe ciega que Oxímoron , quien hasta ese momento era conocido como "la gatita amarilla", era una hembra y yo le creí, ya que confié en que una persona que convivía con gran cantidad de animales sabría distinguir el sexo de los mismos. Me equivoqué...
Pasó el tiempo y este felino vivió sus primeros meses de vida como una nena mimada: era la novedad y el juguete que todos querían tener, hasta que llegó el día de la verdad, se produjo la anagnórisis, se develó la triste verdad, ella era él....
El trabajo psicológico no fue tan duro, hablamos, dejamos las cosas claras, tomamos distancia, escuchamos un disco de los Strokes y nos pusimos a ver un Tigre-Racing en la tele.

Nuestra relación tiene sus altibajos. Somos seres antipáticos, asquerosos y ariscos así que nos damos nuestro espacio, pero tengo que admitir que me agrada esa compañía silenciosa y atenta en días como estos, creo que el también está agradecido.

Maúlla. Debe ser por el golpe o porque tiene hambre, aunque últimamente maúlla por todo. O por ahí me avisa que hace rato que hirvió el agua y que me tengo que alimentar...me conoce.

Noches como estas se prestan para escribir y gatos como este son una muy buena compañía.





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